Cecilia Ubilla
Colegio de Abogados y Convencional Constituyente
Pronta a dar su propuesta de nueva Constitución, la Convención Constituyente termina su trabajo luego de un año en el que 155 personas fuimos electas para redactar lo que en se prometía era “la casa de todos”.
Lamentablemente, el ánimo revanchista y la ideología fueron más relevantes para un grupo importante de convencionales y fue la coyuntura política la que llevó a una sobre representación de sectores de izquierda extrema que no trepidaron en imponer sus ideas, lo que finalmente ha decantado en una propuesta que divide como chilenos con normas abiertamente separatistas, indigenistas y que políticamente concentra el poder.
Sin duda que la crisis que atraviesa Chile en una serie de aspectos no se explica exclusivamente en convencionales que reclaman por el no pago de sus sueldos, que pedían privilegios para hacer su trabajo, espectáculos artísticos en medio de votaciones, votaciones en la dicha, o en general, la cuestionable seriedad con la que muchos se tomaron esta labor, pero sin duda existía una oportunidad que claramente ha sido desaprovechada.
El borrador de nueva Constitución finalmente no se condice con el mandato al que fuimos llamados, y pone en riesgo no sólo la sana convivencia política y social de los chilenos, sino también el crecimiento y todo lo avanzado los últimos 40 años en cuanto a desarrollo económico y derechos.
La Convención no cumplió con el mandato, con las expectativas ni tampoco con la esperanza que millones de chilenos pusieron en este órgano, pero es necesario tener presente que el proceso constituyente no se limita a la Convención, y que, por lo mismo, en la medida que exista madurez política de la que careció la Convención, existirán las salidas políticas que sean necesarias que se hagan cargo de lo que el país demanda verdaderamente.
Más allá del resultado del plebiscito de septiembre, es evidente que el contenido de la constitución que se propone está dividiendo y generando un nivel de incertidumbre para lo cual no fuimos electos.
Lo que algunos no logran entender, es que, independientemente del triunfo del apruebo o el rechazo, el texto carecerá de la legitimidad social en el largo plazo necesaria para que sea efectivamente un texto que perdure en el tiempo y que por el contrario, su imposición nos insertará en una etapa de profunda crisis institucional. Dentro de todas las incertidumbres que existen en nuestro país, hay una cosa que es bastante clara y concreta, y es que la Convención le deberá una buena explicación a Chile que legítimamente quiere otra Constitución, no la propuesta.